(felinos, cánidos, osos, mapaches, coatís, cacomixtles, zorrillos, tejones, hurones, comadrejas, nutrias)

Los carnívoros son indispensables para la buena salud de los ecosistemas, pues controlan las poblaciones de los animales que les sirven de alimento. Cuando removemos a los carnívoros de un ambiente, los grandes herbívoros forrajean sin control. Si los altos niveles de forrajeo se mantienen año con año, la composición de las comunidades vegetales cambia y afecta a otros animales cuyos ciclos de vida dependen de la vegetación. La disminución y pérdida de las especies vegetales hace que el ecosistema sea más propenso a la erosión, al incremento de la temperatura (sobre todo en verano) y a los incendios. La diversidad de plantas nativas, así como la estructura y composición de las comunidades vegetales, son necesarias para sustentar la cadena alimenticia, mantener los hábitats, contribuir a la formación de suelo y muchos otros servicios ecosistémicos.

Los carnívoros se alimentan preferentemente de animales viejos, débiles o enfermos, por lo que ayudan a mantener la buena salud de las poblaciones de sus presas. Además, reducen la acumulación de materia animal en descomposición; previniendo la difusión de enfermedades y creando puntos de concentración de nutrientes, pues los restos de los cadáveres de sus presas enriquecen el suelo con compuestos bioquímicos que aumentan la fertilidad del suelo y favorecen el crecimiento de la vegetación. Algunos carnívoros, como los osos, mapaches, coatís, cacomixtles y zorros, favorecen la dispersión de semillas, frutos y plantas. Por todos estos beneficios, los carnívoros han sido definidos como “los guardianes de la flora nativa y los protectores de los servicios ecosistémicos”.

Pero la buena salud de un ecosistema no sólo depende de la existencia de carnívoros, sino también del tipo que esté presente. Hay tres grandes categorías: 1) grandes depredadores (superpredadores), que se encuentran en la cima de la cadena alimenticia, es decir, que no tienen depredadores naturales y entre los que están los lobos, pumas, jaguares, osos; 2) depredadores medianos (mesodepredadores), como coyotes, yaguarundíes, zorros, zorrillos, mapaches, ocelotes, tigrillos, gato montés; y 3) pequeños depredadores, como el coatí.

Debido a que los grandes carnívoros son las primeras especies en sufrir la pérdida de hábitat y la persecución del hombre, gran parte de los ecosistemas carecen actualmente de sus grandes depredadores originales. Sin sus controles naturales, los mesodepredadores crecen desmesuradamente; ya que pueden desarrollarse en una amplia gama de condiciones ambientales, utilizar una gran variedad de recursos alimenticios y reproducirse con mayor facilidad. Cuando los mesodepredadores se vuelven abundantes, pueden llevar a las especies presa hacia niveles poblacionales muy bajos o bien hacia la extinción; especialmente cuando éstas tienen bajas tasas reproductivas. Aunque los grandes depredadores consumen las mismas especies de presas, sus impactos son menores debido a su menor abundancia poblacional y a que necesitan mayores extensiones de territorio para satisfacer sus requerimientos alimenticios. De modo que los grandes depredadores resguardan a las especies más pequeñas y a la biodiversidad del ecosistema.